viernes, 1 de mayo de 2015
# 121 NO CAMBIAS
En aquél tiempo tenía sueños y lo demás no importaba.
Tú, intoxicada, depravada, corrida, teñiste de azul la sábana blanca. La manchaste porque te dio la gana, porque no diría nada.
Me cortaste ¿sabes?, enterraste tus pequeñas y filosas garras en mi espalda, dibujaste girasoles con la sangre derramada.
Hice maletas, viajé, mudé de piel.
Estoy bien, me dije mientras volvía.
Era tarde, lo recuerdo.
El sol estaba oculto y el viento de 60 km/hr meneaba mi cuerpo como si fuera un papalote.
Te busqué entre los libros viejos del buró, en la canción que cantabas antes de la siesta, en la sábana teñida, te encontré.
Aún duermes con el pulgar en la boca.
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