La más berrinchuda de los cuatro, dice mi madre; la más chillona de la vecindad.
Doña Luisa tocaba la puerta cada tercer día para callarme. Ella tenía un hijo más chillón que yo pero mi madre jamás tocó su puerta.
Lloro porque estoy triste y también cuando estoy contenta.
Mis lágrimas humectan mis mejillas secas por los rayos del sol. Mis lágrimas saben a mar y néctar. Mis lágrimas me mantienen limpia, pues en este mundo todo contamina.
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