¿Recuerdas la entrada donde dije que "llevo más de 66 entradas escritas para ti"? Mentí. De las 147, mínimo 130 son para ti, incluyendo ésta.
Mi pequeño saltamontes, mi pequeña araña, mi hermoso insecto que habita entre las plantas de tu jardín.
Hace dos horas estuve a punto de escribirte.
Sí, olvido cuántas veces he dicho lo mismo pero sabes que no puedo, mis poderes sobrenaturales se desvanecen ante ti.
Desearía decir que sólo tú y yo sabemos el comienzo de la historia pero es probable que no recuerdes nada.
He buscado tantas palabras para reemplazar tu nombre. No puedo.
Como lo he dicho antes, intenté borrar tu nombre y es absurdo pensar que lo haría con sólo eliminar tu número telefónico o romper las cartas escritas de enero a mayo de este año que jamás tuve el valor de entregarte.
¿Quién creería que podría enamorarme? Hasta a mí me cuesta, lo negué y quise disfrazarlo con justificaciones estúpidas como reflejo de mi impotencia al no tenerte.
¿Recuerdas el primer día en el vegetariano?
Había una placa que mirabas atenta y dijiste que no estabas de acuerdo con que incluyeran al "amor" como parte de la necesidad del ser humano para ser feliz.
Al verte tan atenta me pregunté por qué eres tan fría.
¿A caso el amor no está presente cada vez que plantas una semilla?
Sé que escribo a lo pendejo pero sabes que nunca me he jactado al decir que tengo la virtud de hacerlo. Finalmente mis palabras en cada una de estas míseras entradas son sólo para mí y mis recuerdos. Me cansé de escribir en papel porque la tinta nunca es suficiente.
Morena mía, sí, mía.
Quiero adjuntar la única fotografía que tenemos juntas, esa donde tengo cara de estúpida y tú de perfil, con tu nariz puntiaguda, barbilla pequeña y tu pequeño lunar en la mejilla que me invita a besarte y acariciar tu rostro aunque te cague porque eres tan pinche fría; o aquella donde estás sobre mi cama sonriente con tus ojitos pequeños con la mano estirada para que deje de fotografiarte y me acueste sobre tu hombro para besarme infinito como me gusta.
Morena mía, sí, mía.
Desconozco tanto de ti que no es posible que me quede sólo con lo poco que me mostraste.
¿Quién puede juzgar el amor?
Nadie. Ni tú que estás leyendo ni yo misma.
El amor se presenta de manera misteriosa.
Mi carácter sensible y melancólico me caracteriza desde la cuna.
Qué quieres, nací a media noche y con la luna en cáncer.
Lejos de lo que puedas pensar me encuentro feliz porque sentir es el mejor obsequio que la vida puedo otorgarme. Mi única preocupación es salir puntual del trabajo, llegar a casa y cocinar porque mi estómago debe llenarse de alguna forma, hacer la llamada obligatoria a mi madre después de las 10:00 p.m. y dormir profundamente con la esperanza de escuchar la alarma antes de las 5:30 a.m. Mis preocupaciones podrían resultar absurdas pero por ahora no existe algo más que me quite el sueño y el hambre.
Morena mía, sí, mía.
Te escribo ahora y mañana es probable que también lo haga. Lo haré hasta el hartazgo, hasta que mis yemas se fusionen con el teclado y no quede nada, más que el soplo de ternura dirigido hacia tus labios a través de mi memoria.
Morena mía, sí, mía.
Mujer de piel canela y muslos eternos.
Te escribiré hasta que muera o un rayo de luz me perfore el pensamiento.
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