No miento cuando digo que preferiría morir que sentir esto. Siempre he sido marica, la más sensible del barrio y de la clase.
Recuerdo que solía proteger a todos, a la niña que le escupían la mochila, al que le quitaban el desayuno, a la que empujaban en educación física.
Yo era la gorda
Hay un momento en el que despiertas y decides ser la que escupe, la que empuja, la que hiere.
Sí, me respetaban
En silencio seguían burlándose de mí, lograba escuchar sus murmullos, allí aprendí a leer los labios.
Lloraba al llegar a casa
Desde los nueve años aprendí a estar sola, toda mi familia trabajaba así que me entrené para sobrevivir.
Mi temor a la tormenta eléctrica viene desde la infancia. La casa donde vivía era muy pequeña y con techo de lámina. Solía esconderme bajo la mesa no sin antes cubrir todo lo que era de metal y los espejos. Evitaba tocarme el cabello.
La mesa era mi protección. Tapaba mis oídos y lloraba hasta que desaparecía la tormenta. Dormía.
Es domingo y me encuentro sensible. Nunca antes había recibido esta clase de dolor en mi cuerpo. Me preocupa saber qué ocurre. Estoy ansiosa.
Por otra parte mis sentimientos se remueven y confunden con el malestar de mi estómago. Hoy más que nunca deseo esconderme bajo la mesa y taparme con una manta, tapar mis oídos y dormir hasta que pase la tormenta.
Mis piernas y brazos son de atole, estoy expuesta. Necesito.
Ya no tengo nueve años y aún lloro por las noches.
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