Cuando estoy triste no puedo tener una buena noche, pero esta madrugada no tuve tiempo de pensar. Mis hábitos de sueño han cambiado en tan sólo una semana: mi cuerpo toca cama y muere.
Mi gripe ha mejorado.
Hoy estuvo nublado, frío y lúgubre, estos días son perfectos para mí, me inspiran a pensar profundamente sobre problemas que suelo evadir a lo largo del día. Lo que pocos saben es que en el fondo soy un ser melancólico.
Creo que pienso demasiado. Las ideas, imágenes y palabras bailan en círculo dentro de mi cabeza, una y otra vez. Hay alguien por quien pienso demasiado.
Mis hermanas y mamá siempre critican que soy una llorica, desde niña he sido así. Todo me afecta. Mis lágrimas no siempre son de tristeza. Soy sensible.
El cielo estuvo como yo, triste.
Me abrazó la brisa del mar y el viento de no sé cuántos kilómetros por hora acarició mi piel de forma tosca para recordarme que sigo viva, secó mis lágrimas y en un intento más abrupto envió nubes grises para que mi llanto se confundiera con la lluvia.
Quiéreme.
En tu cielo también hay nubes rosas.
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